LA GRAN ESTAFA AL CAMPO : RETENCIONES, SAQUEO Y SILENCIO EN PERGAMINO
- Juan Cuzzolino

- 25 sept
- 4 Min. de lectura

Mientras el campo argentino mira en silencio, desconcertado, y los medios locales apenas si lo rozan, se está ejecutando una de las estafas económicas más groseras de los últimos años: un operativo exprés que permitió que una docena de cerealeras se apoderaran de 1.500 millones de dólares bajo el disfraz de una quita de retenciones. El botín: la renta que debía ser pública —sea para el Estado o para los productores— terminó en manos privadas, extranjeras y en tiempo récord.
¿Dónde está “el campo”?
Pergamino, la ciudad que fue cuna de la resistencia contra la 125, epicentro simbólico del “interior productivo” y emblema de la defensa agraria, hoy guarda un silencio absoluto. Nadie habla. Ni la Sociedad Rural local, ni el intendente Javier Martínez, ni siquiera los autoconvocados que antaño colgaban pasacalles que decían “somos el campo”.
La estafa tiene nombre y apellido. Fue diseñada por los cráneos de ARCA—Luis Caputo, Juan Pazo, con la bendición de Javier Milei— quienes habilitaron por 48 horas un régimen de retenciones 0% para las exportaciones agroindustriales. El resultado: en dos días, las cerealeras anotaron DJVE (Declaraciones Juradas de Ventas al Exterior) por más de 7.000 millones de dólares. Un premio para los más rápidos del oeste… o los que mejor información privilegiada tenían.
El truco detrás del “libre comercio”
Pero lo más grave no es que las cerealeras hayan actuado “rápido”. Lo escandaloso es que lo hicieron sin siquiera haber comprado la mercadería. Es decir: anotaron exportaciones que todavía no tienen aseguradas. En muchos casos ni siquiera empezaron a negociar con los productores. Así, pagaron precios de soja con descuento por retenciones —como si estas siguieran existiendo— y venderán al exterior sin tributar un centavo. La diferencia se la quedan ellas.
¿Error o corrupción?
Caputo y Pazo, responsables del operativo, o son cínicos o son inexpertos. La mesa de dinero de cualquier cerealera los dejó desnudos. Se pensaban astutos operadores financieros y terminaron siendo un delivery de dólares frescos para un gobierno en emergencia. A cambio, se resignó la recaudación fiscal y se vendió el patrimonio común. ¿Dónde quedó el tan mentado “superávit fiscal”? ¿A quién responde realmente Milei?
Porque mientras el gobierno festeja los 7.000 millones que ingresarán al BCRA para sostener el dólar, la renta agraria se fugó por la canaleta del privilegio. Nada para el Estado. Nada para el productor. Todo para las multinacionales.

El golpe a los productores y el rol de los Estados Unidos
El productor quedó doblemente perjudicado. Primero, porque no accedió al beneficio de retenciones cero. Cuando reaccionó, el cupo ya estaba agotado. Segundo, porque se le seguirá descontando de sus precios un impuesto que ya no existe en la operación. La estafa fue redonda.
Y como si fuera poco, desde Estados Unidos llegó la presión final. El gobierno de Trump, al ver que la soja argentina le ganaba mercado a los “farmers” en China gracias a esta rebaja temporaria, exigió al gobierno argentino que restablezca las retenciones. No por el bien del fisco argentino, sino para proteger a los productores norteamericanos.
Milei, como buen alumno del norte, no tardó en acatar. Porque cada préstamo que pide a Washington —ya sea vía FMI o al Tesoro Estadounidense — viene con una letra chica que erosiona la soberanía nacional. Retenciones, moneda, comercio exterior, energía: todos los hilos ya se manejan desde afuera.
La difunta Junta Nacional de Granos, ¿la soluciòn?
Desde la disolución de la Junta Nacional de Granos en 1992, durante el gobierno de Carlos Menem, el Estado argentino abdicó de su rol rector en el comercio agropecuario. Desde entonces, las exportaciones están manejadas por cinco o seis cerealeras con sede en Estados Unidos, Suiza y China. El país que produce no decide a cuánto ni a quién vende. El productor entrega. Las multis facturan. Los pequeños y medianos productores la ven pasar.
Este episodio reciente debería reabrir un debate necesario: ¿debe el Estado argentino recuperar algún tipo de capacidad reguladora sobre su principal fuente de divisas? ¿Hasta cuándo vamos a naturalizar que lo que debería ser política soberana termine siendo una prebenda más del lobby agroexportador?
¿Dónde están ahora los defensores del campo? ¿Esos que antes rugían y hoy parecen leones herviboros? ¿Dónde están los que gritaban contra “la yegua” por la 125 y hoy callan frente a un operativo que birló 1.500 millones de dólares?
Hay que volver a discutir seriamente cómo se defiende la renta nacional, cómo se protege al productor genuino, cómo se equilibra la relación entre los pequeños y medianas productores con los grandes jugadores del agronegocio. Y sobre todo, cómo se recupera un horizonte de soberanía y justicia distributiva.
El campo no puede seguir siendo rehén de los mismos de siempre. El interior productivo debe volver a hermanarse con el resto de los fuerzas productivas de la nación, de la industria, de la ciencia y la cultura. Porque la Patria es una sola. Y mientras una parte minúscula gana, otra se cae del mapa. Pergamino, ¿te acordás cuando eras el campo?







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