LAS AUTORIDADES DESAFÍAN LAS LEYES
- Rody Piraccini

- 3 abr
- 5 Min. de lectura

¿Quién debe ocupar la banca en litigio?
Las autoridades municipales han decidido desafiar las leyes; las
leyes, en tanto parte integrante del cuerpo normativo vigente, pero
también otras leyes, más mundanas y terrestres. En realidad, desde
hace un tiempo, están inmersas en un embrollo, del que se
empeñan denodadamente en no salir; embrollo más bien de
raigambre jurídica, aunque se aprecia, además, revestido con nítidas
motivaciones políticas y consecuencias institucionales.
Un breve repaso: A poco de resultar electo concejal, Ignacio
Maiztegui renunció a su banca para desempeñarse en el ámbito del
Departamento Ejecutivo, donde estrenó un puesto de jerarquía,
creado especialmente para alimentar sus expectativas de sucesor
natural del intendente en un futuro escenario electoral de
postulantes al sillón de González Cane, no ya solo como
reemplazante transitorio, ante licencia temporaria de Martínez, en
su condición de primer integrante de la lista de concejales de su
fuerza partidaria, sino como depositario excluyente del voto popular.
Todo esto podría encasillarse dentro de los avatares propios del
accionar político, que no fue inventado ahora sino que bien podría
enmarcarse dentro de lo que peyorativamente, y casi siempre de
manera infundada, los recién llegados denominan la “vieja política”.
El problema empieza a partir de la designación del reemplazante
de Maiztegui.
Las disposiciones referidas a la paridad de género no abordan de
manera inequívoca el procedimiento a emplear en ese caso, y lo
mencionado en la ley 14.848 ofrece un hueco que deja lugar a la
interpretación. Recordamos aquí un simpático concepto, plebeyo y a
la vez certero, adquirido en nuestra etapa de fallido estudiante de
Abogacía, según la cual se explica qué es la ley: la ley es lo que los
jueces dicen que es.
A Maiztegui lo reemplazó Nora Paladino, por ocupar el lugar
siguiente en la lista de Juntos, de acuerdo con el discernimiento de
las autoridades del Concejo Deliberante; esto significa, claro, con la
obvia, necesaria e imprescindible anuencia del intendente. Una
decisión de esta naturaleza, no es -ni podría ser- ajena a la
injerencia directa del jefe comunal.
La presidenta del cuerpo, Gabriela Taruselli, ha ofrecido razonados
argumentos para sostener esa postura; rebatibles, como cualquier
opinión sobre las leyes; esgrimiendo, incluso, a su favor un
antecedente que años atrás, tuviera como protagonista a Lisandro
Bormioli en sus tiempos en la política lugareña. Pero, se sabe, un
error precedente, no valida un error posterior.
En una interpretación opuesta, Mariano Quintana, prácticamente
en soledad, reclamaba la banca para sí, por aplicación del criterio de
género, según el cual un hombre debe reemplazar a otro hombre.
Al encontrar obstruida la vía administrativa -ámbito natural de su
requerimiento-, el dirigente de origen radical recurrió a la Justicia; lo
hizo con decisión, en defensa de sus legítimos derechos, pero sin
levantar demasiado la voz para no afectar a sus conmilitones, y para
no exponer a sus eventuales superiores jerárquicos. La conducción
de la Unión Cívica Radical está decididamente enrolada detrás del
intendente Martínez, corresponde consignar. De hecho, Quintana
pasará a formar parte de ese mismo bloque, que solo registra la
honrosa excepción de Ramiro Llan de Rosos, quien con su formación
política y bagaje aquilatado, cuenta con juego político propio, como
para animarse a desafiar las férreas directivas que emanan del
“despacho oval”.
Con sus tiempos, la Justicia se expidió en los términos previsibles,
Y por dos veces. Primero, el juez en lo Contencioso Administrativo, y
luego la Cámara de Apelaciones, de Junín. La banca de Maiztegui
correspondía a Quintana, sin demasiado espacio para la
controversia. La argumentación fue sólida y de mucha claridad para
despejar las dudas y las diferencias que pudieran existir. Sin
embargo, no se produjo el cambio y Nora Paladino continuó,
oronda, ocupando la banca, que por decisión de la Justicia y por
aplicación del sano criterio legal no le correspondía. La insólita
situación se prolongó excesivamente, sin otra explicación que la
conveniencia política de garantizar el confort de un voto obediente -
decisivo en votaciones equilibradas-, y como expresa manifestación
de la voluntad de un intendente, que confiado en su poder, no se
arredra ni ante las decisiones de los magistrados.
Ahora, por razones ajenas al demorado pleito, Paladino renunció a
la banca, alegando difusas y consabidas “razones personales”. El
pleno del cuerpo aceptó la dimisión y la edil fue despedida con
sentidas palabras provenientes de quienes fueran sus pares, en una
sencilla pero emotiva ceremonia. Por la causa que fuere, Paladino ya
no detenta el escaño y en su lugar, presurosamente, fue ungido
Mariano Quintana, quien asume triunfante, aunque para ello debiera
archivar los argumentos que llevó a la Justicia y que sostuvo en
heroica batalla en defensa de la paridad.
El mismo Quintana que izó entusiasta la bandera de género, la
acaba de arriar silenciosamente: se presentó en Tribunales alegando
la ecuación hombre por hombre (ergo, mujer por mujer); ahora se
sienta en la banca -todavía calentita- que deja una mujer. Una
contradicción no menor, que podría entenderse en su afán de
ejercer el puesto que efectivamente le corresponde.
Aquí surge otro detalle curioso: el juez Savignano, en su decisión,
a favor de la postura de Quintana, le confirió al Concejo Deliberante
un lapso de sesenta días, para producir los trámites inherentes al
traspaso. Queda demostrado que tanto tiempo no era necesario, ya
que Quintana asumió a los pocos minutos de conocida la dimisión
de su antecesora.
Para explicar el no acatamiento de lo (¡dos veces!) dispuesto por
la Justicia, se supo que las autoridades municipales habían evaluado
seriamente la alternativa extrema (excesivamente extrema) de
recurrir al máximo tribunal de justicia de la Provincia, para insistir
con su debilitado argumento y fracasada pretensión. Es fama que
litigar ante la Suprema Corte de Justicia implica erogaciones
económicas que inhiben las posibilidades de la mayoría de los
justiciables. La pregunta, tal vez de características menores, surge
sola: ¿quién afrontaría los enormes costos de una nueva
presentación, que ya huele a capricho antes que a exacerbada
demanda de justicia? Con el cercano antecedente de dos fallos
categóricamente adversos, con sendos pronunciamientos judiciales
basados en sólidos argumentos que se demuestran difíciles de
contrariar, ¿se explica ir a la Corte, cuando se pretende afrontar los
costos con el dinero de las y los pergaminenses?
Tal vez hubiera resultado prudente reconocer humildemente que
se cometió un error inicial, para no seguir cometiendo nuevos y más
graves errores. Para ello, (en cumplimiento de la manda judicial)
Paladino debió ser destituida, antes que permitirle renunciar.
Resultaría contrafáctico -además de un ejercicio, por inocuo,
totalmente prescindible- preguntarnos ahora qué posición hubiera
adoptado Mariano Quintana en cada una de las votaciones
realizadas (que fueron varias), en un escenario de empate donde el
voto de Nora Paladino resultó decisivo para los intereses del
Departamento Ejecutivo.
Me permito presumir que a los votantes de Maiztegui, de Paladino
de Quintana y de todos los demás concejales, muy probablemente,
todo esto no les importe nada.






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