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EL PERONISMO Y EL DESAFÍO DE VOLVER A REPRESENTAR

  • Foto del escritor: Juan Cuzzolino
    Juan Cuzzolino
  • 24 abr
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 24 abr


Lo del 17 de Octubre de 1945 no fue solo una movilización. Fue la irrupción de un

nuevo sujeto político: los "descamisados". Trabajadores invisibilizados que rescataron a su

líder de una celda y redefinieron el mapa del poder en la Argentina. A partir de ahí, el peronismo en sangre no se mide por los discursos sino por la capacidad de

torcer el rumbo de la historia. Perón, más que un nombre, se convirtió en la síntesis de un proyecto que amalgamó justicia social, soberanía política e independencia económica. Pero la historia, como un péndulo, oscila entre la conquista y la traición.


EL FANTASMA DE VANDOR Y LA TENTACIÓN DE LA MODERACIÓN


En 1966, mientras Perón padecía el exilio, Augusto Timoteo Vandor intentó

domesticar al movimiento. Su consigna de un "peronismo sin Perón" no era solo una

herejía: era la rendición ante un establishment que buscaba vaciar de contenido al

único proyecto capaz de movilizar a las mayorías. Vandor, con su pragmatismo

cortoplacista, creyó que podía negociar con los mismos sectores que habían

bombardeado Plaza de Mayo en 1955. Su derrota en las elecciones de Mendoza en 1966, ante el peronismo auténtico, y su triste final en 1969, marcaron lo que querían las

mayorías: Nada sin Perón.


El retorno del General el 25 de Mayo de 1973, fue otro acto de insubordinación

popular. Pero hoy, medio siglo después, el peronismo enfrenta una encrucijada

aún más compleja : ¿a quién representa?





¿ CFK LA ÚLTIMA IRREVERENTE ?


La actual interna desatada dentro del amplio espacio que encabeza el peronismo, hace algo mas de un año pretende a apartar a Cristina Fernández de Kirchner que luego de haber sufrido un intento de asesinato se encuentra rodeada por los fallos judiciales de jueces y fiscales que juegan al fútbol con Macri.

Además el aparato mediático (que tiene periodistas de los dos

lados de la grieta) la culpa de todos los males de la Argentina a ella y a cualquiera que se le acerque.

Esto sumado a la ley de Ficha Limpia armada a medida para dejar fuera de la cancha a la última que se animó a decir “Nunca mascota del poder”.

Esta declaración no fue solo una frase sino la demostración de cada día de su gobierno que quedó plasmado en logros dejando a los trabajadores con los salarios más altos de Sudamérica y un país desendeudado, durante la segunda revolución peronista que inició en 2003 y finalizó en 2015.


PLANES SOCIALES VS. CULTURA DEL TRABAJO


El aparato mediático, del que ya hemos hablado, funcional a intereses foráneos y

al círculo rojo que aplaude el carry trade en los últimos años logró instalar una

narrativa perversa: asociar al peronismo con la "asistencia clientelar" y no con la

dignidad del trabajo. Es un golpe maestro. La derecha, que siempre odió las

fábricas y los convenios colectivos hoy avanza, mientras el movimiento se debate

entre ser caridad o ser bandera y tiene pánico de expresarse por dejar de ser

políticamente correcto. Cada discurso, del "peronismo albertizado" se basa en encuestas, focus group y en lo que creen que quiere oír la gente y no en las propias convicciones.


EL ALBERTISMO Y LA DEUDA INMORAL


La experiencia del gobierno de Alberto Fernández es aleccionadora. Su alianza

con el FMI, sellada por Martín Guzmán, no fue un error técnico: fue una

capitulación ideológica.

Mientras Cristina Kirchner y Máximo advertían sobre los riesgos de legitimar la

deuda de Macri, el por entonces presidente optó por el "realismo"; de los que creen que

congraciarse con el poder financiero se traduce en gobernabilidad. El resultado fue

previsible: inflación récord, pérdida de apoyo popular y un final olvidable.


Las frases “Alberto te cuida” o “abrazar al pueblo” son síntomas de un movimiento impotente

frente a la prepotencia histórica del campo nacional y popular que supo avanzar contra la barbarie que marginaba a la inmensa mayoría de los argentinos de acceder a la educación pública universitaria, el voto femenino, vacaciones pagas, aguinaldos o jornadas laborales de 8 horas. Hoy en su mayoría , esos derechos ya no existen y en vez de arrebatárselos al poder nuevamente, el discurso se queda en un sentimentalismo que pareciera salido de un libro de Claudio María Domínguez. Cada discurso se basa en encuestas, focus group y en lo que creen que quiere oír la gente y no en las propias convicciones.


Por otro lado, los que cada vez se sienten menos representados son quienes padecen la avanzada liberal y no necesitan dirigentes que los abracen, sino

dirigentes que sean capaces de crear las condiciones para que el argentino promedio pueda trabajar y que eso sea suficiente para vivir nuevamente de manera digna.


El discurso edulcorado dirigido a la clase media para parecer razonables, mientras en la Casa Rosada conduce el país un gobierno que hace un culto de apalear jubilados y revindicar a los genocidas, son gestos de una dirigencia avergonzada del origen del peronismo y que está dispuesta a cruzarse de vereda frente a la primera oportunidad, los ejemplos sobran.


Hoy mas que nunca no se necesitan figuras que imiten a la oposición; se necesita un peronismo que pierda el miedo al que dirán, combativo y revolucionario para con decisión volver a gobernar y mejorarle la vida a la gente sin pedir permiso para hacer o hablar.

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